Alejandro Colunga (1948) es un artista tapatío, un tanto enigmático, que tiene poco más de cuatro décadas dedicado en pleno a la creación. Pinta y esculpe en un intento de explicarse lo inefable, en una búsqueda de hallar nexos sólidos con su cartografía interior. Su obra se inscribe en el surrealismo, en el ámbito de lo onírico y lo fantasmagórico.
De él da cuenta el documental: "Fogonero del delirio: Alejandro Colunga" (México, 2011) realizado por el cineasta fresnillense Gustavo Domínguez, en una coproducción de la Universidad de Guadalajara , IMCINE y el apoyo de EFICINE.
No se trata de un documento tradicional con una estructura lineal, más bien, Domínguez apostó por manejarse por hilvanar fragmentos: lo mismo testimonios del artista, sus familiares y amigos; que la recreación de algunas etapas de su vida, sobre todo las referentes a su infancia; el uso de animaciones, por cierto muy bien logradas, en un afán de entregarle a los espectadores el imaginario de Colunga.
Estamos ante un artista con talento, que ha sabido incursionar en el onirismo y las fantasías más extravagantes, un creador presidido por la desmesura; vamos viendo cómo le gusta jugar con la gama cromática, a sus personajes emergidos por su delirio de comunicarse, obras jubilosas las unas, otras realmente pesadillescas.
La dirección de arte de Sofía Carrillo es de primer nivel, y a esto se aúna un ecléctico soundtrack musical, conjuntado por Mario Osuna, donde lo mismo escuchamos bolero, que jazz, música ranchera, rock, etc.
De lo más bello de "Fogonero del delirio" son los momentos de videoarte, dos años y medio Gustavo Domínguez y su equipo tardaron en terminar este documental, un trabajo fílmico propositivo, que se estará exhibiendo todo el mes en las sedes alternas de Cineteca Nacional, consultar fechas y horarios en www.cinetecanacional.net
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