Esta cinta coproducida por Alejandro Springall y Bertha Navarro, se centra en que un quintento de hombres durante quince días se dan a la tarea de pintar una línea amarilla en un camino colateral a la carretera principal, un camino donde muy pocos transitan pero que hace falta la correspondiente señalización.
El también director del bello cortometraje "La leche y el agua" (2006) nos brinda una metáfora de la fragilidad de los caminos existenciales, y esa sutil frontera que se establece entre las alegrías y las tristezas, la buenaventura y el fracaso; la complicidad y los complejos sentimientos de odio.
Un buen casting es un plus, Toño, el jefe de los trabajadores está caracterizado por un estupendo Damián Alcázar, cuyo personaje tiene guiños, con aquel que interpretó en "Bajo California, el límite del tiempo; Joaquín Cosío da vida a un hombre casi ciego que alguna vez manejara trailers; Gustavo Sánchez Parra empata con un retraído Mario; en tanto el joven actor Américo Hollander, es Pablo quien tiene una necesidad imperiosa por trabajar y finalmente, la nota picaresca recae en el personaje de Atayde, con una lograda actuación de Silverio Palacios.
A lo largo de esta película que formó parte de la Selección Oficial de Largometraje de Ficción Mexicana en el pasado GIFF, también el espectador puede penetrar en la interrelación masculina, un universo poco explorado por la cinematografía mexicana.
De impecable factura, "La delgada línea amarilla" conmueve, nunca decae su ritmo presidido por un adecuado montaje y permite una reflexión en torno a una vida precaria, pero que debe ser llenada de sentido.
Road Movie, que no sólo nos muestra un portentoso paisaje potosino, sino un subi-baja de emociones que trastoca a los cinco personajes involucrados que están instalados en una especie de limbo existencial, donde deben ejercer sus dotes de equilibristas para no caer en un vacío sin retorno.
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